Queridos amigos:
Pues sí, los contenedores se cargaron el sábado pasado y van camino de
Bangassou. Fue una jornada especial, como las son las de las cargas de los
contenedores.
Desde el principio
se notaba una calma tensa y expectante y todos los allí presentes, estábamos
deseando de empezar la carga después de tres meses de incesantes preparativos.
A las 8 un buen
chocolate con churros que como siempre se encargó de llevar nuestro Sergio. A
continuación nuestro Páter Antonio, dijo una sencilla oración exaltándonos a que
pensáramos que lo que estábamos haciendo redundaría en beneficio de mucha gente
que, ni conocíamos ni íbamos a conocer nunca, pero que por eso nuestro trabajo
tenía más merito. Bendijo los contenedores y a todos los allí presentes y dio
comienzo un trabajo que solo acabó cuando se cerró el ultimo contenedor allá por
las 16,15h.
Se sumó un montón
de gente, todos deseosos de colaborar de alguna manera. Los relevos eran
incesante y el acarrear de palet y cajas era un ir y venir que no paraba.
Mientras unas iban retractilando prendas de última hora, otros construían dos
grandes cajones donde colocar los envíos más delicados, y otros iban despejando
la nave de aquellas cajas y palet que ya estaban vacios. Fue una perfecta
sinfonía, donde cada uno sabía lo que tenía que hacer y cómo hacerlo, para así
llevar a buen puerto, una vez más, 2 contenedores que no solo llevaban ayuda
humanitaria a Bangassou, sino que también llevaban parte de nuestras ilusiones y
nuestros corazones, pues si de algo estamos convencidos es de que Dios nos puso
en este mundo para compartir los talentos que se nos han entregado.
Juanjo llegó a las
11 cuando ya estaba todo bien organizado y todo fueron parabienes y palabras de
agradecimiento para todos los que, de una u otra forma, habían hecho posible
aquel milagro de generosidad. No paraba de acarrear él personalmente cajas de
cosas que veía por allí: “Estos para mis viejitos de la casa de la Esperanza”.
“Esto para mis niños del orfanato o de las escuelas””Esto para la maternidad o
para Sor Julieta que veréis la alegría que le vamos a dar” y así se pasó toda la
mañana yendo y viendo, haciéndose fotos con unos y con otros y animando a los
que dentro de los contenedores, sudaban la gota gorda intentando que no quedara
ni un centímetro sin ocupar. Y lo consiguieron. Os aseguro que cuando se fueron
los contenedores, no había un solo hueco en donde colocar un solo par de zapatos
o una camisetas más.
Después vino la
comida, los abrazos por el fin del trabajo, las enhorabuenas por todo lo que
habíamos metido y un “hasta pronto que esto no puede parar con todo lo que nos
queda por hacer”.
En fin uno, después
de esto, piensa: “ Qué suerte poder dirigir una Fundación donde nadie es
protagonista de nada y todos vamos al unísono caminando en la misma dirección”
porque sabemos, como dijo Jesús, que todo lo que hagamos por los demás en la
tierra, se nos recompensará con el ciento por uno en la vida eterna.
GRACIAS, GRACIAS Y
GRACIAS a todos y a cada uno de vosotros, por el trabajo bien hecho, por vuestra
responsabilidad compartida y por ser una retaguardia fiel e
incombustible.
Miguel
Aguirre.
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